Sobre flore(s)er
Una flor es algo bello, armónico, equilibrado, simétrico. Pero el proceso de florecer dista mucho de eso. La planta no nace flor. Primero es semilla. Y para germinar, tiene que romperse. Hundirse en la tierra, buscar sus raíces en lo profundo. Y desde ahí, crecer hacia la luz. Florecer es un proceso incómodo. Es atravesar la incomodidad del cambio, abrirse paso entre los obstáculos. Es transformación, y como toda transformación, implica una muerte. La muerte de lo que fue, para darle lugar a lo que puede ser. Para renacer, hay que estar dispuesto a morir. A dejar atrás lo que ya no sostiene la vida, y reconocer lo que nos impide expandirnos. Mirar hacia adentro, poner luz en la sombra, en el barro, en lo feo, en lo que no queremos ver. Como hace la planta: una alquimia silenciosa bajo la tierra. Y un día, sin forzar, respetando sus tiempos, la flor se abre. Completó su transformación. Desde afuera parece un acto espontáneo, como el éxito, como la claridad, como el despertar. Nadie...