Superación.

Creo que la vida vale la pena -por muchas cosas- pero en parte por esos momentos gloriosos donde notás que estás reaccionando diferente a una situación. Donde te das cuenta de que ya no te ahogas en tus emociones, que no importa lo profunda o turbulenta que sea la marea, porque vos aprendiste a nadar. La situación es la misma, pero vos no, vos sos otro. 

La vida se mueve en espiral. Pasamos una y otra vez por (aparentemente) las misma escenas, cambian los escenarios, los personajes, pero el guion medio que sigue siendo el mismo. Hasta que llega un momento donde vos, que sos el personaje principal de tu vida -te lo digo porque a veces lo olvidamos-, decidís accionar diferente. Decidís no reaccionar ante el dolor. Decidís cuestionar ese impulso que te lleva a repetir. Decidís desde el amor que te tenés, no desde el miedo que te provoca la situación. 

Y esta experiencia nos recuerda algo muy valioso: vos tenés el poder en tu vida. Vos. Ni las circunstancias, ni los personajes secundarios, ni las situaciones externas, vos. Y como dijeron por ahí, un gran poder conlleva una gran responsabilidad. Sos responsable de tus elecciones, podes cambiar lo que no te gusta, lo que te hace mal, podes elegir mejor. Sos responsable de elegir mejor. 

Pero para eso, necesitás dejar de buscar culpables. O de culparte a vos mismo. 

No te voy a decir que es fácil, ni rápido, ni siquiera efectivo, puede que tropieces una y mil veces con la misma piedra. Perdón, corrijo, te vas a tropezar una y mil veces con la misma piedra, hasta que te des cuenta de que tenés otras opciones: tomar otro camino, correr la piedra, saltarla, sentarte en la piedra, inventar un aparato que le tire un rayo y la destruya, no se, lo que se te ocurra, pero tenés otras opciones.



Nos dieron el regalo de vivir,

de jugar el juego de la vida,

y nos damos el lujo de quejarnos de las reglas,

en lugar de intentar ser mejores jugadores. 



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