Gracias al dolor.
Siempre quise desprenderme de mi historia, de mis raíces, de mi pasado y el dolor que todo eso me trae. Quizás porque una de las pocas certezas que tengo en esta vida es que eso no nos define, "no soy lo que me paso, soy lo que hice con eso" es una de mis frases de cabecera y mi filosofía de vida: el ser humano tiene la posibilidad a cada instante de elegir quien quiere ser.
Pero si es cierto que el pasado a veces pesa, y mucho. Los patrones se repiten, las heridas que parecían estar cerradas vuelven a abrirse y arden hasta pareciera con más fuerza. De hecho si, es la fuerza del pasado que no quiere morir, se aferra con uñas y dientes y defiende el lugar que tiene en nuestra mente, porque sabe que si lo sacamos de ahí, deja de existir. El pasado a veces se transforma en una nube negra que nos persigue, nos envuelve y no nos deja ver con claridad el presente y, mucho menos, soñar con un futuro despejado de esas viejas voces.
Uno es su historia? Uno no es su historia. Uno es mas que su historia. Pero uno tiene una historia, e intentar escapar de ella es absurdo. El pasado no puede cambiarse, no podemos elegir borrar lo que sucedió. Pero si puede resignificarse. Re-significar, una de mis palabras favoritas. Darle a algo una nueva interpretación, un nuevo significado. Resignificar es tomar el dolor y abrazarlo con amor. Es entender que todo aquello que nos dolió también nos enseñó, nos transformó y nos trajo a ser quienes somos. Es mover el foco de atención. Podemos elegir centrarnos en todo lo feo que nos dejó una situación o podemos elegir ver el aprendizaje y el crecimiento, podemos sentirnos orgullosos de haber sido capaces de atravesarla, de aguantar ese dolor que por un momento creímos nos iba a matar. Podemos elegir agradecer nuestra capacidad de habernos reinventado y creado una nueva versión más sabia, mas madura, mas amorosa, todo gracias al dolor.
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